La CGT renovada se planta ante reforma laboral del Gobierno
El nuevo triunvirato de la CGT anticipa rechazo a los ejes de la reforma de Milei y reclama un debate sin pérdida de derechos laborales.
Un triunvirato que marca límites
El nuevo triunvirato de la CGT debutó con un mensaje claro: habrá diálogo con el Gobierno, pero no avalarán una reforma laboral que flexibilice derechos o debilite convenios.
Cristian Jerónimo, Octavio Argüello y Jorge Sola asumieron la conducción colegiada con el proyecto de Milei como primer test político y sindical de peso.
En intervenciones públicas, los tres marcaron distancia de los lineamientos oficiales y advirtieron que el paquete laboral no es una “modernización”, sino un intento de avanzar sobre garantías históricas del movimiento obrero.
El posicionamiento se apoya en una secuencia previa: paros generales, acciones judiciales contra el DNU 70/23 y el rechazo a los intentos de replicar esquemas de los años noventa y de la “Ley Banelco” en clave siglo XXI.
Los ejes de la reforma que encienden la alarma sindical
Los trazos de la reforma laboral impulsada por el Gobierno, a partir de borradores legislativos y declaraciones oficiales, incluyen la posibilidad de jornadas de hasta 12 horas, bancos de horas, reducción de recargos y mayor flexibilidad en la organización del tiempo de trabajo.
También se proyecta la creación de un fondo de cese que sustituya al esquema tradicional de indemnizaciones, el pago en cuotas de juicios laborales y la fragmentación de las vacaciones, medidas que, según advierten laboralistas y gremios, abaratan el despido y debilitan la protección frente a la precariedad.
Otro punto central es el “salario dinámico” y la prioridad de acuerdos por empresa por sobre los convenios por actividad. La CGT y especialistas alertan que ese esquema atomiza la negociación colectiva, rompe el piso salarial nacional y habilita una competencia a la baja entre trabajadores y territorios.
Dirigentes como Jorge Sola señalan que, bajo el discurso de la productividad, el objetivo real es “dinamitar” los convenios colectivos y recortar el poder de los gremios como contrapeso frente al capital.
Diálogo condicionado: negociación sí, retrocesos no
La nueva conducción ratifica su disposición a participar de instancias de negociación, pero fija líneas rojas explícitas: no convalidar topes a indemnizaciones, ni jornadas extendidas estructurales, ni mecanismos que desplacen los convenios sectoriales por acuerdos fragmentados que rebajen derechos.
Héctor Daer y otros referentes remarcaron que hasta ahora la CGT no recibió un proyecto formal integral y que “si es para retroceder, no habrá negociación”, anticipando que, de insistir el Ejecutivo, se activará una combinación de presión parlamentaria, presentaciones judiciales y medidas de fuerza.
El triunvirato busca mostrarse como interlocutor válido, pero también como dique ante un paquete que la central considera regresivo. La señal hacia el Gobierno y las cámaras empresarias es que no habrá cheque en blanco: cualquier reforma deberá preservar convenios, salarios y representación colectiva.
Empleo, informalidad y disputa por el sentido de la “modernización”
La ofensiva oficial se despliega en un contexto de caída del empleo registrado, cierre de pymes, pérdida del poder adquisitivo e informalidad que ronda el 40% de la fuerza laboral, según datos recientes utilizados por gremios y centros de estudio.
Para la CGT, una reforma centrada en abaratar despidos, fragmentar la negociación y trasladar riesgos al trabajador no ataca las causas de la informalidad, sino que consolida un modelo de bajos salarios, rotación permanente y menor cobertura de seguridad social.
El comunicado difundido por la central y las declaraciones de sus principales voceros insisten en otra hoja de ruta: fortalecimiento de pymes, promoción industrial, negociación colectiva por actividad, capacitación laboral y políticas activas que amplíen el empleo registrado sin desarmar el sistema de protección vigente.
Con la renovación de autoridades aún fresca, la CGT busca equilibrar tensiones internas y externas, pero coincide en un punto: el proyecto laboral de Milei será el escenario donde la central defina si su nueva conducción es sólo recambio de nombres o un actor dispuesto a sostener, con conflicto si es necesario, las fronteras históricas de los derechos del trabajo en la Argentina.
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