Alimentación: lluvia de desinversiones, despidos y crecimiento monopólico
El sector de Alimentación anotó ya a dos grandes multinacionales que se retiran del país a pesar de las promesas de campaña de Cambiermos.
BRF y General Mills, dos gigantes alimenticias brasileñas, anunciaron durante 2018 que dejarían de invertir en el país y se llevarían sus activos al exterior, como síntoma de las bajas expectativas en términos de consumo que genera la caída del salario.
Desde que asumió Cambiemos, sin embargo, la bandera del macrismo giró en torno a mostrar a la Argentina como un lugar atractivo para que las grandes empresas se instalen y generen empleo y producción.
Pues bien, en tres años, no sólo no consiguió eso sino que, además, generó las condiciones para que aquellos inversores que se encontraban desde antes se vayan o retiren sus inversiones.
Las PyMEs en riesgo
La caída del consumo y la devaluación del 2018, que alcanzó el 110%, han golpeado fuerte a las empresas del sector alimenticio. Es más, por el lado de las PyMEs del rubro de todo el país ya han tenido que ajustarse y echaron mano a suspensiones.
El caso más emblemático es el de Córdoba, en el que hasta la UIA salió a alertar por la caída de la producción, del consumo y el salario entre las PyMEs alimenticias, en un sector que usualmente es motor de la producción regional.
Sin embargo, por más que parezca contradictorio con sus promesas y eslóganes de campaña, la retirada de estas grandes empresas y el cierre de las pequeñas se va volviendo cada vez mas coherente con la política económica del gobierno nacional.
El ataque permanente al poder adquisitivo del salario es una constante desde que inició la actual gestión, desde lo económico, con la devaluación de la moneda y la inflación, y desde lo político, con la reticencia a negociar paritarias y el intento de reforma laboral.
Los gremios y los trabajadores lo vienen sufriendo desde hace tiempo y pueden dar cuenta que la retirada de estas grandes empresas es un claro síntoma de la crisis profunda que está atravesando la economía nacional.
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Dos que se van
Por el lado de BRF, propietaria de Quickfood, la avícola Avex y una decena de empresas entre las que se encuentra la marca Paty, se acaba de concretar la salida del país y la venta de varias de sus compañías a Granja Tres Arroyos, una de las gigantes locales del sector alimenticio.
La operación involucró a tres fábricas, localizadas en las ciudades de San Andrés de Giles, Pilar y Florencio Varela, que en conjunto poseen una capacidad de faenar 230.000 cerdos por día y procesar más de 2.000 toneladas de fiambres, embutidos y paté al mes.
Al respecto, la CEO global de BRF, Lorival Luz, indicó que «la venta de los activos en la Argentina es una etapa importante» de su plan de «desinversión».
La empresa emplea aproximadamente a 1.200 trabajadores y está en el mercado argentino desde 1970.
Por su parte la estadounidense General Mills, dueña en la Argentina de la marca La Salteña, también concretó la venta de sus activos en el país y la que se anotó para la compra es otra de las empresas grandes del mercado local: Molinos Río de la Plata.
La patronal de GM se cansaron de los malos resultados en las ventas y el consumo y vendieron La Salteña, incluyendo la planta de producción ubicada en Burzaco.
La fábrica inaugurada en 1995 empleaba a 500 trabajadores. Con una superficie de 20.000 metros cuadrados, tiene una capacidad de producción de 200 millones de unidades, entre tapas de empanadas, pascualinas y otras pastas frescas.
El impacto en el empleo
Aunque estas transacciones aparecen a simple vista como simples operaciones de traspaso cada venta, usualmente, genera desempleo. Es que, con el argumento de las “reestructuraciones”, los nuevos dueños en general despiden a gran parte del personal.
El temor ya comenzó a hacerse fuerte, de hecho entre los empleados de ambas alimenticias y los gremios de la Alimentación (STIA) y la Carne, que vislumbran la posibilidad que las compañías descarten reinsertar a todo el personal.
En el caso de BRF ese sentimiento fue aún más marcado puesto que la empresa compradora, Granja Tres Arroyos, es, de hecho, la que el año pasado compró la avícola Cresta Roja y dejó a 1400 trabajadores sin empleo, por su plan de reincorporaciones “por goteo”.
De hecho, tras adquirir la avícola inició su producción con apenas 500 trabajadores de los 2000 que utilizaba Cresta Roja. Las protestas y la represión a los ex empleados es hoy una constante, y el temor de los obreros de BRF y General Mills es correr la misma suerte.
Desde el STIA se viene denunciando esta posibilidad y se estableció el alerta para que los nuevos dueños (viejos conocidos patronales) se abstengan de llevar adelante un plan de despidos masivos que ocasionaría más crisis, desempleo y caída del consumo.
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Monopolización del sector alimenticio
Otro de los fenómenos que trajo aparejada esta lluvia de desinversiones extranjeras en el sector alimenticio es el crecimiento de la concentración en manos locales de las compañías. La “nacionalización” de las empresas no es, sin embargo, una noticia alentadora.
Es que de esta manera se está favoreciendo un proceso de monopolización que, entre otras cosas, impactará en el empleo y el consumo. Es sabido que cuando una compañía elimina a sus competidores del mercado tiene cada vez más “libertad” para manejar sus precios.
Claro, al no haber regulación por competencia, los precios tienden a subir, y en Alimentación no son pocos los empresarios que denunciaron la “cartelización” de precios por esta situación.
De hecho una de las empresas apuntadas por las grandes cadenas de supermercados es Molinos, que en 2018, prácticamente fue la que motorizó la inflación del sector “remarcando” las listas de precios en el orden del 15% mensual.
En este marco, el panorama para el consumo y el empleo es cada vez menos alentador, y más gélido pese a los bailes, los globos y las performances electorales.
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