CGT: hacia una renovación en tiempos de crisis y nuevos desafíos
El 5 de noviembre la CGT elegirá nueva conducción. Héctor Daer cierra ciclo y abre paso a un recambio clave en medio de tensiones políticas.
La Confederación General del Trabajo (CGT) fijó el 5 de noviembre de 2025 como fecha para la elección de sus nuevas autoridades. El anuncio marca el inicio de un proceso de renovación institucional que busca abrir un nuevo capítulo en la historia del sindicalismo argentino. El actual triunvirato —integrado por Héctor Daer, Carlos Acuña y Octavio Argüello— ya confirmó que no continuará al frente de la central. Tras nueve años de gestión, los dirigentes asumieron la necesidad de dar paso a una nueva camada de líderes, en un gesto que combina madurez política y visión estratégica.

El cierre de este ciclo se produce en un contexto de profunda crisis económica, deterioro salarial y creciente descontento social, donde la política atraviesa uno de sus niveles más bajos de legitimidad. Por eso, el recambio no será solo de nombres: será una prueba crucial sobre la capacidad de la CGT de convocar, contener y articular a trabajadores y trabajadoras que sienten que sus reclamos no encuentran eco ni en el Estado ni en los partidos tradicionales.
El rol de Héctor Daer y la vocación dialoguista de un ciclo que termina
Héctor Daer, referente del gremio de Sanidad, ha sido la figura más visible del triunvirato desde 2016. Su liderazgo estuvo marcado por una vocación dialoguista, buscando siempre tender puentes con los distintos gobiernos, incluso en momentos de fuerte confrontación. Esta impronta le permitió mantener abierta la mesa de negociación en situaciones críticas, pero también generó tensiones internas con sectores que reclamaban una postura más combativa frente a las políticas de ajuste.

El propio Daer reconoció que “el ciclo está cumplido” y que resulta indispensable apostar a la renovación. Su salida, en este sentido, abre la puerta a una transición ordenada, sin forzar continuidades artificiales ni apostar a candidaturas personales que pudieran dividir a la central. El legado de Daer se medirá tanto en los equilibrios alcanzados como en haber facilitado un recambio consensuado.
El horizonte político: entre el diálogo y la confrontación
El debate central que atraviesa a la CGT es si la nueva conducción debe mantener un perfil dialoguista con el gobierno de Javier Milei o, por el contrario, adoptar un rol confrontativo ante las reformas laborales y económicas que afectan a los trabajadores.
- La línea moderada, heredera del espíritu de Daer, sostiene que la CGT no puede cerrarse al diálogo, porque los trabajadores necesitan canales institucionales de defensa en un momento de fragilidad. En este esquema, se prioriza la negociación antes que la calle.
- Los sectores más duros, encabezados por dirigentes como Abel Furlán (UOM), reclaman un “unicato” que exprese firmeza, con capacidad de encabezar movilizaciones y plantarse frente al Ejecutivo sin ambigüedades.
Este dilema no es nuevo, pero cobra una dimensión mayor porque el sindicalismo enfrenta el desafío de volver a representar a una clase trabajadora fragmentada, golpeada por la inflación, el desempleo y la precarización laboral. Cualquier conducción que surja deberá definir si su horizonte político será el del consenso con los poderes de turno o el de la confrontación abierta en defensa de derechos.
Los desafíos de la nueva conducción: recomponer el vínculo con los trabajadores
Más allá de la discusión sobre el formato de conducción —triunvirato o unicato—, la gran tarea de la CGT será recuperar la confianza de los trabajadores y trabajadoras. En los últimos años, la central sufrió críticas crecientes por parte de sus propias bases, que la acusaron de tibieza frente al deterioro del salario real y la flexibilización laboral de hecho.
El desafío político será múltiple:
- Reconstruir legitimidad: la nueva conducción deberá demostrar que puede expresar con firmeza los intereses de las bases y no solo gestionar acuerdos en despachos oficiales.
- Ampliar la representatividad: hoy el sindicalismo tradicional convive con movimientos de trabajadores informales, de la economía popular y de plataformas digitales, que todavía no encuentran espacio pleno en la CGT. Integrarlos será clave para proyectar poder real.
- Convocar a la unidad en la diversidad: la fragmentación política y gremial debilita la capacidad de acción. Un liderazgo legitimado deberá ser capaz de articular a sectores dialoguistas y confrontativos, evitando fracturas que resten fuerza.
En un contexto de descontento con la política, la CGT enfrenta la obligación de volver a ser un actor social confiable, capaz de canalizar reclamos y marcar la agenda en defensa de los derechos laborales.
Una transición ordenada en medio de la crisis
El actual triunvirato puede reivindicar como logro haber evitado rupturas mayores durante años convulsionados. Sin embargo, la crisis económica que atraviesa la Argentina y la caída en los niveles de confianza hacia la política colocan a la central sindical frente a una encrucijada histórica.

La virtud de apostar por la renovación, sin prolongar artificialmente los mandatos, es un gesto que sienta bases positivas para la transición. El camino hasta noviembre estará signado por negociaciones intensas, donde se pondrán en juego no solo liderazgos individuales, sino también el modelo de sindicalismo que la CGT quiere ofrecer de cara a un futuro incierto.
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La necesidad de volver a convocar
El 5 de noviembre no solo se votará a la nueva conducción de la CGT, sino que se pondrá a prueba la capacidad del movimiento obrero organizado para renovar su representatividad en tiempos de crisis. La conducción que surja deberá enfrentar el desafío de recomponer la confianza de millones de trabajadores y trabajadoras que hoy sienten lejana a la política sindical.
En un país donde los salarios pierden poder adquisitivo mes a mes y donde el malestar social crece, la central sindical tiene la oportunidad —y la obligación— de convertirse en un faro de defensa colectiva. La renovación no será un simple trámite: será el punto de partida para definir si la CGT logra reconectarse con las bases y perfilar un nuevo sindicalismo que combine diálogo, firmeza y capacidad de convocatoria.
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