Marcha por la Ciencia: un grito colectivo contra la fuga de cerebros y el abandono del futuro
Miles de investigadores, científicos y becarios del Conicet se congregaron frente al Ministerio de Ciencia y Tecnología para protestar por el recorte presupuestario y la crisis que vive hoy la comunidad científica en general en todo el país, con salarios atrasados, falta de recursos para investigaciones y recorte de becas.
Miles de científicos, investigadores, estudiantes y trabajadores del sector se movilizaron hacia el Polo Científico Tecnológico en la Ciudad de Buenos Aires. La protesta, que congregó a representantes de distintas universidades, institutos y centros de investigación del país, es una expresión clara del creciente malestar frente al vaciamiento de las políticas públicas en ciencia y tecnología por parte del gobierno de Javier Milei.
La consigna central fue contundente: «Sin ciencia no hay futuro». Y no es una exageración. Desde el inicio de su gestión, el presidente Milei ha dejado en claro su desprecio por el conocimiento científico, equiparándolo con «gasto improductivo» y sometiendo al sistema científico argentino a un brutal ajuste que pone en riesgo décadas de desarrollo, innovación y formación de capital humano altamente calificado.
Los recortes al CONICET, la paralización de becas, el congelamiento de salarios, la falta de financiamiento para proyectos estratégicos y la incertidumbre generalizada están generando un efecto inmediato y devastador: la fuga de cerebros. Jóvenes científicos, formados con recursos públicos y años de dedicación, hoy buscan oportunidades en el exterior porque en su propio país no encuentran condiciones mínimas para trabajar. Es una sangría silenciosa que compromete el desarrollo nacional a largo plazo.
Pero el reclamo no se limita al ámbito científico. En paralelo, el personal de salud del Hospital Garrahan —referencia nacional en pediatría— también se encuentra en pie de lucha. Médicos, enfermeros y trabajadores denuncian la desfinanciación del sistema de salud público, el deterioro salarial y la falta de recursos básicos para atender a la población más vulnerable. La salud pública, como la ciencia, está siendo víctima de un proceso de abandono sistemático que pone en riesgo derechos fundamentales.

Y a este panorama se suma el drama de los jubilados, cuyas pensiones han sido licuadas por la inflación sin que el gobierno tome medidas reales para garantizarles una vida digna. Mientras se multiplican los discursos de eficiencia y recorte, los adultos mayores —que han contribuido toda su vida al país— enfrentan hoy el abandono y la incertidumbre.
Lejos de promover una economía basada en el conocimiento y en el bienestar de su gente, como han hecho los países que hoy lideran en innovación y calidad de vida, el gobierno nacional parece decidido a desmontar uno por uno los pilares de un Estado presente y garante de derechos. Desde avances en biotecnología y vacunas hasta la atención médica pediátrica de excelencia y el derecho a una vejez digna, la destrucción de lo público es el verdadero proyecto en marcha.
La ciencia no es un lujo ni un capricho ideológico. Es una inversión estratégica, un motor de desarrollo y un pilar de cualquier proyecto de país serio y sustentable. Tampoco lo son la salud ni la seguridad social: sin ellos, no hay nación que pueda avanzar.
El mensaje de los manifestantes fue claro: no se trata solo de defender salarios o puestos de trabajo, sino de reclamar por una visión de país donde el talento, la educación, la salud y la justicia social no sean descartables. La marcha hacia el Polo Científico fue, en definitiva, una marcha en defensa del futuro, de la dignidad y de los derechos conquistados.
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